Manifiesto.

lunes, 25 de mayo de 2009 en 16:27

Comenzaste a acomodarte la ropa lo más rápido que podías. Nunca te ha gustado que te miren sin filtros ni telas que detienen ojos de vistas incendiarias. Aunque te apresuraste en abotonar esa blusa, pude verte. Hubo un momento que estuviste lo suficientemente erguida, tu cuello estirado, tu rostro limpio, sin caretas ni mentiras piadosas. Volviste a ser la que eras hace ya un tiempo olvidado. Esa sonrisa ingenua, esa mirada de optimismo que siempre pones cuando estás en un lugar que te agrada. Amo esa mirada por sobre todas las cosas. Amo como sonríes cada vez que llega el atardecer en un día soleado y las nubes se pintan de amarillo, naranjo, rojizo hasta el negro absoluto.


-Deberías andar así todo el día- agrego a mi mirada pérdida en tu blusa. No, no estoy hablando de la desnudez misma, sino más bien espiritual. A la simpleza, a la honestidad, a las ganas de caminar y de reír sólo porque sí. Te pusiste agria hace demasiado rato y fresca, así como hoy, es como me gustas más. La piel irradia energía, deberías andar con esa blusa más veces en el mes.

Será el calentamiento global, pero estos días de sol alegran a cualquiera, aún no te pones esas horribles poleras de manga larga, porque tú, la mujer más friolenta de este lado del mundo, aún no ha comenzado a congelarse. Deberías vivir eternamente en verano, los colores fuertes te vienen.

Camina derecha, sonríe, recuerda que puedes respirar y andar por ti sola cuando otros no pueden hacerlo. Recuerda que tu cabeza siempre es una buena compañía cuando no decides auto flagelarte en la tristeza. Esos ojos nunca mienten o no lo hacían cuando te conocí. Cada día están con menos maquillaje y el labial rojo dicen que te sienta, aunque prefiero ese café que solías usar hace largo tiempo atrás.


Lee esto la suficiente cantidad de veces y quizás puedas ver lo que yo veo.