Smoke on the Water

martes, 12 de mayo de 2009 en 21:02


La pendiente siempre es la misma; aproximadamente 6 kilómetros de subida suave, pero constante, como el estilo que le encanta explotar a Snow Patrols en sus canciones. Cada vez que comienzo a pedalear por esa avenida siento que avanzo un poco más en un estado físico olvidado, en un estado mental olvidado. Dejé de andar en bicicleta durante una semana por desidia y siento que engordé en depresividad. Pedalear por estas calles es como retomar el camino indicado, aunque este a veces cambie de tráfico en las horas pick. Hay algo en especial en esta avenida, es particularmente extraña. Posee tres pistas de las cuales, la del medio, es tierra de nadie. Una que otra flecha señala –según la hora- cuál es el sentido indicado. Bipolar, como toda buena ruta.

Pedalee lo suficiente hasta llegar a una de mis alturas favoritas, los pies de la cordillera. Cuando aparecen los caminos de tierra, las casas emparceladas, los números con detalles, los portones diseñados y el olor a tierra mojada. Llegué a ese puente que parece perdido entre tanta conurbación, con sus maravillosas luces de antaño y sus parques de hojas amarillentas. Las gotas me nublaron el camino mientras me acercaba al lugar. Me nublaron tanto que casi pierdo la silueta de la curva. La tontera de salir igual cuando te dicen que lloverá. Qué diablos, ciega y todo, pasé a comprar algo que mi economía me dice que no debo hacer porque es un gasto totalmente INÚTIL, pero poético al más puro estilo choro: Los puchos.

Cometí esa clase de cursilería que sólo a veces me permito hacer: creer que estoy en una película, 35 mm, panorámico 2.33:1, la gente de FX encendió los ventiladores y las duchas de mentira, el viento sopla, las hojas vuelan, la lluvia moja como si fuera de verdad; el director me da unas pequeñas instrucciones y la cámara comienza a tomar una panorámica del lugar y luego en travelling, se acerca a la banca…

La cosa es sencilla, seguí pedaleando, la lluvia se desató, el caballero de las manzanas arrancó y mientras todos iban hacia abajo, yo subía. Me instalé en una banca con vista hacia la ciudad, saqué el pucho, lo encendí con suavidad y miré como las hojas se sacudían con el lagrimeo de la primera lluvia otoñal. A ratos me siento como esos viejitos que salen a pasear a las plazas, cada día entiendo más el asunto de buscar algo en qué pasar el tiempo. Fumé lento, me mojé, ví como todos los perritos huían hacia un lugar más seco y decidí que también debería partir. Snow Patrols suena en algún lado, pero ahora, de bajada, en los últimos 40 segundos.

1 Responses to Smoke on the Water

  1. Pitilumpi Says:

    que descripciones mas hermosas, es de una poesia abrumadora tu forma de escribir, que es como si hablaras con un amigo de tus vivencias cotidianas, bien sabemos que, cuentos, no son...
    Te felicito tocaya, y sobre todo, te admiro.